La sala se quedó en silencio de repente: cuando aquel acérrimo defensor del oro, que acababa de criticar el bitcoin, tomó un auténtico lingote de oro, su primera reacción fue: "Este color no me convence, tengo que llevarlo a analizar".

La escena no pudo ser más irónica.

En el debate estelar de una reciente Semana Blockchain, se vivió un momento digno de manual: el fundador de un importante exchange y Peter Schiff, conocido en Wall Street como el "escéptico del bitcoin", se enfrentaron cara a cara. Uno defiende el oro digital, el otro solo cree en lingotes físicos; debatieron desde la esencia del valor hasta la función de pago, en un ambiente cargado de tensión.

Pero lo que realmente sorprendió no fue el debate en sí, sino la revelación de Schiff en directo: está trabajando en un proyecto de tokenización de oro.

Así es, el veterano que lleva más de una década criticando el bitcoin, admitió que "desde el punto de vista monetario, el oro tokenizado es mucho más útil que los lingotes: más portátil, divisible y con transferencias rápidas". Con estas palabras, básicamente reconocía un hecho: la digitalización realmente convierte los activos en algo más parecido al "dinero".

Aun así, se mantuvo firme en un punto: el bitcoin no tiene valor intrínseco, se sostiene únicamente por la fe de sus seguidores.

El fundador del exchange tampoco se quedó corto: sacó un lingote de oro de 1 kilo, valorado en unos 130.000 dólares, y lo soltó sobre la mesa. Schiff lo examinó durante un buen rato y soltó aquella respuesta clásica.

Esa escena dejó al descubierto el talón de Aquiles de los activos físicos: hay que analizarlos, almacenarlos y buscar con quién comerciar. ¿Y el bitcoin? Se verifica en segundos y se transfiere globalmente sin trabas.

Ambos siguen en universos paralelos cuando se trata de responder a la cuestión fundamental de "qué es realmente el valor".