En diciembre, la política monetaria global vive un momento de división poco común. La Reserva Federal de EE. UU. se prepara para soltar el acelerador, mientras que el Banco de Japón pisa el freno; este juego de “una afloja y otra aprieta” está redefiniendo la lógica subyacente de los flujos de capital.

Por parte de la Fed, la bajada de tipos es prácticamente un hecho consumado. Los datos de empleo débiles han dado al mercado una inyección de optimismo, y las principales instituciones de Wall Street han cambiado sus previsiones: la probabilidad de recorte de tipos ya roza el 90%. Una vez que se inicie el ciclo de flexibilización, el coste del dinero bajará y los activos de riesgo suelen vivir un auténtico rally. El fondo soberano de Emiratos Árabes Unidos invirtió recientemente cientos de millones de dólares en ETFs de bitcoin, reflejando directamente esta expectativa: la narrativa del “oro digital” se activa plenamente en este momento clave.

Pero el mercado también tiene sus dudas. Sí, bajan los tipos, ¿pero la Fed insinuará un “recorte de tipos halcón”? Es decir, recortar y luego anunciar una pausa, sin dejar espacio para más bajadas. Esta posibilidad complica las cosas para los operadores a corto plazo, ya que la gestión de expectativas influye más en el ánimo que las acciones reales.

Por el contrario, el guion en Japón es totalmente opuesto. La era de los tipos negativos podría llegar a su fin. Los datos de inflación subyacente dan confianza suficiente: la probabilidad de subida de tipos en diciembre ha superado ya el 76%. Nada más salir la noticia, el mercado se revolucionó: el yen se disparó, la bolsa japonesa se desplomó y la rentabilidad de los bonos alcanzó máximos de años. Más importante aún, si Japón de verdad sube tipos, la lógica del “carry trade del yen” que ha durado décadas se invierte por completo: esa estrategia de pedir prestado yenes baratos para buscar altos rendimientos globales dejará de funcionar progresivamente. Cuando la marea del dinero barato se retira, los precios de los activos globales tendrán que ser recalculados.

El bitcoin, en medio de esta batalla, se encuentra en una posición delicada pero llena de potencial. Puede beneficiarse de la liquidez extra de la Fed (como activo de riesgo) y, al mismo tiempo, mostrar su faceta de “oro digital” como refugio ante el endurecimiento japonés. Esa doble identidad lo convierte en una opción clave cuando el capital busca un nuevo ancla. La entrada de instituciones se acelera, no por especulación, sino porque el sistema monetario tradicional muestra cada vez más incertidumbres en este entorno de divergencias.

Por supuesto, esto no es una apuesta segura. La Fed inyecta liquidez, Japón la retira, y ambas fuerzas a la vez provocan un “desgarro bidireccional” del mercado. Los activos de riesgo pueden sufrir a corto plazo, pero los argumentos estructurales se refuerzan. Las expectativas de liquidez se complican y la volatilidad puede dispararse. Solo quienes realmente entienden los grandes cambios macroeconómicos podrán encontrar oportunidades en medio del caos.

En resumen: la Fed se prepara para abrir el grifo, Japón para cerrarlo, y el bitcoin está en el ojo del huracán de la revalorización global de la liquidez.