Cuanto más le doy vueltas, más me convenzo de que esa frase de "atreverse a ser el último del mundo" no es conservadurismo, sino una gran muestra de sabiduría.

Da igual que operes a corto plazo o que inviertas a largo plazo, esta lógica siempre funciona. Especialmente para nosotros, los pequeños inversores, tenemos que grabarnos esta frase en la frente.

Cuando veas una oportunidad, no te dejes llevar por la emoción. Lo que más teme un pequeño inversor es el coste hundido: quedarse pillado en un precio alto, sin atreverse a vender, y sufriendo aún más mientras espera.

Un activo realmente bueno no va a multiplicarse por diez de la noche a la mañana solo porque alguien te lo recomiende hoy. Los grandes tienen que acumular poco a poco, limpiar el mercado, hacer movimientos. ¿A qué viene tanta prisa?

Pero tampoco te cruces de brazos. Hay que vigilar el mercado todos los días: cómo se mueven las velas, si el volumen de negociación aumenta o disminuye, si hay movimientos extraños en los datos on-chain... hay que hacer los deberes.

No te rías, a veces ir despacio es la forma más rápida de avanzar.