Estas setenta y dos horas, PIPPIN me ha dejado destrozado.
Ahora mismo estoy sentado escribiendo, y los dedos aún me tiemblan. Llevo tres días sin dormir bien, el saldo de la cuenta ha pasado de 520,000 U a 2,640,000 U—suena impresionante, pero he ganado este dinero con el corazón en un puño.
La historia empieza al mediodía del 30 de noviembre.
PIPPIN estaba atascado en torno a 0.11, como si se hubiera quedado sin energía. Lo estuve vigilando mucho rato, y pensé que ya era el momento, así que abrí una posición larga. De repente, se disparó como si le hubieran dado alas, directo a 0.14.
De la nada, la cuenta tenía 790,000 U más, y me dejé llevar: «Esta tendencia es clarísima, hay que girar y abrir corto sí o sí».
Esa sola operación casi me cuesta todo.
El precio ni miró atrás, subió sin parar hasta 0.195. La línea de liquidación estaba peligrosamente cerca; durante esos minutos, tenía las palmas sudorosas y apenas me atrevía a respirar.
No me quedó otra que cubrir la posición abriendo un largo de emergencia en 0.192, agarrándome a cualquier cosa como quien se ahoga.
Lo peor fue anoche.
El precio empezó a desplomarse: la posición larga en pérdidas, la corta en ganancias, y yo sentía que me partía en dos. No cerré ojo en toda la noche, con los ojos fijos en la pantalla hasta que se me irritaron.
Esta mañana, el sistema activó el take profit automáticamente, y entonces por fin pude salir de esta tortura.
La cuenta se quedó en 2,640,000 U.
Mirando ese número, no me salía la sonrisa.
La primera vez que tomé beneficios, debí haberme retirado. Querer rascar más, eso es humano; aguantar hasta el final, eso es de tontos.
La verdadera gestión de riesgos es tener la salida pensada antes de entrar; no empezar a improvisar cuando estás a punto de que te liquiden.
El mercado nunca ha cambiado de humor: cuanto más crees que lo entiendes, más le gusta darte una bofetada.
Esta vez gané un millón, pero también pagué un millón en aprendizaje.
Alguien me preguntó si me atrevería a hacer lo mismo la próxima vez.
Mi respuesta es clara: Mejor perder la oportunidad, que perderlo todo.
En el mundo cripto no gana el que va más rápido, sino el que sobrevive más tiempo.
Después de estos tres días y tres noches, de verdad lo he entendido.
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Estas setenta y dos horas, PIPPIN me ha dejado destrozado.
Ahora mismo estoy sentado escribiendo, y los dedos aún me tiemblan. Llevo tres días sin dormir bien, el saldo de la cuenta ha pasado de 520,000 U a 2,640,000 U—suena impresionante, pero he ganado este dinero con el corazón en un puño.
La historia empieza al mediodía del 30 de noviembre.
PIPPIN estaba atascado en torno a 0.11, como si se hubiera quedado sin energía. Lo estuve vigilando mucho rato, y pensé que ya era el momento, así que abrí una posición larga. De repente, se disparó como si le hubieran dado alas, directo a 0.14.
De la nada, la cuenta tenía 790,000 U más, y me dejé llevar: «Esta tendencia es clarísima, hay que girar y abrir corto sí o sí».
Esa sola operación casi me cuesta todo.
El precio ni miró atrás, subió sin parar hasta 0.195. La línea de liquidación estaba peligrosamente cerca; durante esos minutos, tenía las palmas sudorosas y apenas me atrevía a respirar.
No me quedó otra que cubrir la posición abriendo un largo de emergencia en 0.192, agarrándome a cualquier cosa como quien se ahoga.
Lo peor fue anoche.
El precio empezó a desplomarse: la posición larga en pérdidas, la corta en ganancias, y yo sentía que me partía en dos. No cerré ojo en toda la noche, con los ojos fijos en la pantalla hasta que se me irritaron.
Esta mañana, el sistema activó el take profit automáticamente, y entonces por fin pude salir de esta tortura.
La cuenta se quedó en 2,640,000 U.
Mirando ese número, no me salía la sonrisa.
La primera vez que tomé beneficios, debí haberme retirado. Querer rascar más, eso es humano; aguantar hasta el final, eso es de tontos.
La verdadera gestión de riesgos es tener la salida pensada antes de entrar; no empezar a improvisar cuando estás a punto de que te liquiden.
El mercado nunca ha cambiado de humor: cuanto más crees que lo entiendes, más le gusta darte una bofetada.
Esta vez gané un millón, pero también pagué un millón en aprendizaje.
Alguien me preguntó si me atrevería a hacer lo mismo la próxima vez.
Mi respuesta es clara: Mejor perder la oportunidad, que perderlo todo.
En el mundo cripto no gana el que va más rápido, sino el que sobrevive más tiempo.
Después de estos tres días y tres noches, de verdad lo he entendido.