Si tienes cerca a alguien que ha ganado mucho dinero especulando con criptomonedas, aléjate de él. ¡De verdad!
Esa persona ya no es realmente “humana”. Es un “experto” forjado por el fuego. Hace tiempo que ha visto la verdadera naturaleza de las relaciones humanas. Hoy su cuenta tiene un cero más, mañana uno menos, y su electrocardiograma sigue plano.
¿Crees que estudia los gráficos de velas? Te equivocas. Lo que estudia es la naturaleza humana. Usa su propio dinero como leña, quema su corazón, y en los gráficos de velas rojos y verdes, lucha contra otra versión de sí mismo. Uno es codicioso, el otro tiene miedo. Uno quiere “esperar un poco más”, el otro quiere “huir ya”.
Esto es, evidentemente, un “juego del hambre” en el que pagas por la entrada para luchar a muerte contra tu propia naturaleza. Al final te das cuenta de que tu verdadero oponente nunca fue algún supuesto gran inversor. Son tu propia avaricia, tu miedo y tu insatisfacción.
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Si tienes cerca a alguien que ha ganado mucho dinero especulando con criptomonedas, aléjate de él. ¡De verdad!
Esa persona ya no es realmente “humana”. Es un “experto” forjado por el fuego. Hace tiempo que ha visto la verdadera naturaleza de las relaciones humanas. Hoy su cuenta tiene un cero más, mañana uno menos, y su electrocardiograma sigue plano.
¿Crees que estudia los gráficos de velas? Te equivocas. Lo que estudia es la naturaleza humana. Usa su propio dinero como leña, quema su corazón, y en los gráficos de velas rojos y verdes, lucha contra otra versión de sí mismo. Uno es codicioso, el otro tiene miedo. Uno quiere “esperar un poco más”, el otro quiere “huir ya”.
Esto es, evidentemente, un “juego del hambre” en el que pagas por la entrada para luchar a muerte contra tu propia naturaleza. Al final te das cuenta de que tu verdadero oponente nunca fue algún supuesto gran inversor. Son tu propia avaricia, tu miedo y tu insatisfacción.