Hablemos de esas “acciones demoníacas” que resultan hipnóticas, las que fabrican ilusiones de manera profesional.

Muchos entran en el mercado precisamente al ver esos gráficos de velas con subidas vertiginosas. Subidas verticales, varias jornadas seguidas en verde, como si montaras en cohete. ¿El resultado? Solo despiertas cuando estás atrapado en el fango: esto no es, ni de lejos, lo normal.

Es igual que jugar a la lotería. Siempre hay alguien que se lleva el premio gordo, pero ese alguien, casi seguro, no eres tú.

La realidad es dura: en la A-share hay ahora más de 5.000 empresas cotizadas, unos 200 días de negociación al año, ¿y cuántas consiguen esa curva frenética? Muy pocas, se pueden contar con los dedos de una mano. Decir “una entre diez mil” no es exagerar. ¿Crees que tienes tanta suerte y quieres probar? Sinceramente, mejor compra un boleto de lotería. Si no toca, no pasa nada; en bolsa, la mayoría de las veces, además de quedarte fuera, es fácil salir perdiendo mucho dinero. ¿Adivinas en cuál de las dos situaciones te verás la mayoría de las veces?

Ahora bien, aunque este tipo de acciones son raras, tienen un gran valor para el análisis. ¿Por qué? Porque son un ejemplo extremo de la locura humana y representan la lógica de beneficio del mercado en su forma más cruda. Codicia, miedo, efecto rebaño, fantasía… todo está ahí.

Esto es algo que tienes que entender por ti mismo. Que te lo expliquen está bien, pero nada como vivirlo en carne propia. Hay lecciones que solo se aprenden pagando con dinero real.