Viendo las últimas acciones de Maji, de verdad tengo esa sensación de “¿cómo es que esta trama vuelve otra vez?”.
La cuenta solo tiene seis mil dólares. Aun así, se empeña en abrir un apalancamiento de veinticinco veces y se lo juega todo a Ethereum. Esto no es trading, es escribir la esperanza sobre un barril de pólvora.
En resumen, los nutrientes que los minoristas le han suministrado probablemente ya se han agotado casi por completo. Si aún quiere seguir haciendo ruido en este mercado, me temo que tendrá que meter otra suma de cien mil dólares como “fondo de resurrección”, si no, no podrá mantener ese ímpetu en absoluto.
Este estilo ya no es agresivo, es pura genética de jugador empedernido, de gran apostador caído en pequeño apostador. Lo clave es que su mentalidad no ha cambiado nada. Cuando está desesperado por las pérdidas, sigue repitiendo: “Donde te caíste, desde ahí vuelves a luchar”.
La verdad, no merece la pena aprender su técnica, ni su final. Pero esa obstinación de no rendirse sí que tiene un toque de heroísmo absurdo.
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Viendo las últimas acciones de Maji, de verdad tengo esa sensación de “¿cómo es que esta trama vuelve otra vez?”.
La cuenta solo tiene seis mil dólares.
Aun así, se empeña en abrir un apalancamiento de veinticinco veces y se lo juega todo a Ethereum.
Esto no es trading, es escribir la esperanza sobre un barril de pólvora.
En resumen, los nutrientes que los minoristas le han suministrado probablemente ya se han agotado casi por completo.
Si aún quiere seguir haciendo ruido en este mercado,
me temo que tendrá que meter otra suma de cien mil dólares como “fondo de resurrección”,
si no, no podrá mantener ese ímpetu en absoluto.
Este estilo ya no es agresivo,
es pura genética de jugador empedernido,
de gran apostador caído en pequeño apostador.
Lo clave es que su mentalidad no ha cambiado nada.
Cuando está desesperado por las pérdidas, sigue repitiendo:
“Donde te caíste, desde ahí vuelves a luchar”.
La verdad,
no merece la pena aprender su técnica,
ni su final.
Pero esa obstinación de no rendirse
sí que tiene un toque de heroísmo absurdo.