Siempre he encontrado fascinante a Eisman, un insider de Wall Street que se convirtió en una leyenda al apostar en contra de su propia tribu. Con un patrimonio neto de 1.5 mil millones de dólares, es la prueba viviente de que a veces las mayores ganancias provienen de ver lo que todos los demás se niegan a reconocer.
En 2007-2008, mientras la mayor parte del mundo financiero seguía brindando con champán y dándose palmaditas en la espalda, Eisman tuvo el valor de mirar el mercado de hipotecas subprime y llamar a la farsa de todo eso. ¡Y vaya que se benefició de esa convicción!
Lo que me llama la atención de Eisman no es solo su riqueza, sino cómo la obtuvo. A diferencia de esos banqueros de inversión parasitarios que se hicieron ricos empaquetando activos tóxicos, él se hizo rico exponiendo su fraude. Hay algo deliciosamente kármico en eso.
He visto algunas de sus apariciones en CNBC, y puedes notar que al tipo no le importa hacer amigos en la industria. Dirá lo que otros no dirán, lo que probablemente explica por qué ha tenido razón cuando la multitud estaba catastróficamente equivocada.
Los medios aman retratarlo como una especie de profeta del mercado, pero creo que eso pierde el sentido. Eisman no es psíquico; simplemente está dispuesto a mirar hechos incómodos mientras otros esconden la cabeza en la arena. Esa es una característica que falta dolorosamente en los mercados de criptomonedas de hoy también, donde los hombres de hype e influencers ahogan las voces críticas.
Sus estrategias tampoco eran ciencia espacial: simplemente se molestó en investigar qué había realmente en esos valores hipotecarios que todos estaban comprando. Mientras los "genios" de Wall Street construían modelos matemáticos basados en supuestos, Eisman hablaba con corredores de hipotecas reales y visitaba clubes de striptease en Miami donde las bailarinas poseían múltiples propiedades de inversión.
Esa es la verdadera lección aquí: a veces, los jugadores más inteligentes del mercado no son aquellos con los títulos más lujosos o las mesas de operaciones más grandes. Son aquellos dispuestos a cuestionar la narrativa cuando todos los demás están bebiendo Kool-Aid.
Ver originales
Esta página puede contener contenido de terceros, que se proporciona únicamente con fines informativos (sin garantías ni declaraciones) y no debe considerarse como un respaldo por parte de Gate a las opiniones expresadas ni como asesoramiento financiero o profesional. Consulte el Descargo de responsabilidad para obtener más detalles.
Steve Eisman: El hombre de 1.5 mil millones de dólares que vio a través de las mentiras de Wall Street
Siempre he encontrado fascinante a Eisman, un insider de Wall Street que se convirtió en una leyenda al apostar en contra de su propia tribu. Con un patrimonio neto de 1.5 mil millones de dólares, es la prueba viviente de que a veces las mayores ganancias provienen de ver lo que todos los demás se niegan a reconocer.
En 2007-2008, mientras la mayor parte del mundo financiero seguía brindando con champán y dándose palmaditas en la espalda, Eisman tuvo el valor de mirar el mercado de hipotecas subprime y llamar a la farsa de todo eso. ¡Y vaya que se benefició de esa convicción!
Lo que me llama la atención de Eisman no es solo su riqueza, sino cómo la obtuvo. A diferencia de esos banqueros de inversión parasitarios que se hicieron ricos empaquetando activos tóxicos, él se hizo rico exponiendo su fraude. Hay algo deliciosamente kármico en eso.
He visto algunas de sus apariciones en CNBC, y puedes notar que al tipo no le importa hacer amigos en la industria. Dirá lo que otros no dirán, lo que probablemente explica por qué ha tenido razón cuando la multitud estaba catastróficamente equivocada.
Los medios aman retratarlo como una especie de profeta del mercado, pero creo que eso pierde el sentido. Eisman no es psíquico; simplemente está dispuesto a mirar hechos incómodos mientras otros esconden la cabeza en la arena. Esa es una característica que falta dolorosamente en los mercados de criptomonedas de hoy también, donde los hombres de hype e influencers ahogan las voces críticas.
Sus estrategias tampoco eran ciencia espacial: simplemente se molestó en investigar qué había realmente en esos valores hipotecarios que todos estaban comprando. Mientras los "genios" de Wall Street construían modelos matemáticos basados en supuestos, Eisman hablaba con corredores de hipotecas reales y visitaba clubes de striptease en Miami donde las bailarinas poseían múltiples propiedades de inversión.
Esa es la verdadera lección aquí: a veces, los jugadores más inteligentes del mercado no son aquellos con los títulos más lujosos o las mesas de operaciones más grandes. Son aquellos dispuestos a cuestionar la narrativa cuando todos los demás están bebiendo Kool-Aid.